Este viernes, 16 de febrero, han sido los “Kintos” en mi pueblo. Esto viene a ser una tradición en la que chavales y chavalas, ataviados con el tradicional traje de aquí, de “vasquito”, pululan por el pueblo y alrededores cantando una canción que tiene más años que el hilo negro, tanto en euskera como en castellano, y van pidiendo por las casa comida y dinero. En principio era una tradición de los jóvenes que se iban a ir a hacer la mili, ahora es más una fiesta para celebrar la mayoría de edad… pero no deja de ser una excusa para hacer botellón. Otra más.
Y es que, sí, de un tiempo a esta parte parece que todo es una excusa para terminar borrachos como cubas. Carnavales. Botellón. Navidades. Botellón. Halloween. Botellón. Vacaciones de verano. Botellón. Las fiestas del pueblo. Botellón. Semana Santa. Botellón, pero a poder ser en otra comunidad autónoma. Fines de semana… Bueno, lo vais pillando, ¿no?
Hay un creciente, y bastante grave, problema de alcoholismo en la sociedad; pero no es ese el punto de este texto, a mi plin con la manera en la que quieras destrozarte el cuerpo, como si quieres practicarte una colonoscopia con el teleobjetivo del Hubble… Bueno sí, ¡qué coño!, claro que es el punto.
No sabemos salir de fiesta sin beber. Cualquier cosa es buena excusa para trincarse una botella de JB con cola y hacer el más puro de los ridículos, rodeados de más gente que tambien va haciendo con un pie tres huellas.
Podéis decirme lo que queráis, bien sabido yo no soy muy amigo del borracherío fiestero; es más es escuchar la palabra “fiesta” y surgirme una urticaria por todo el cuerpo, pero entiendo que haya quien disfrute escuchar la música más machacona a un volumen excesivo, mientras baila sin poder levantar los pies del suelo, porque se le han pegado las suelas a vete tú a saber que mezcla de alcoholes.
Me viene al pelo lo que pasó ayer en Cádiz. Os hago uno breve resumen, para ahorraros la búsqueda en Twitter (y porque habrá gente que lo lea en un futuro en el que será más complicado encontrar de lo que hablo). Total, que en Cádiz todavía es Carnaval, pero en lugar de respetar la tradición e ir a disfrutar de la ciudad y, lo más importante, las actuaciones y coplas, pues ha resultado todo en un macrobotellón.
Y no solo estamos transformando todo en macrobotellones es que, en estas “fiestas”, el civismo y el respeto brilla por su ausencia.
Vuelvo a poner el foco en la fiesta de mi pueblo, para hacer un ejercicio de didáctica, a ver si con ejemplos entendéis las cosas. En “Kintos” los protagonistas no solo tendrían que ser los chavales que cumplen la mayoría de edad, sino la canción también, pero no, ultimamente es el alcohol el protagonista y, a primeras horas del día ya hay “Kintos” borrachos como cubas, porque creen que de eso va la fiesta. No solo eso, a medida que avanza el día, cada vez hay más gente suma a la “fiesta”, que no es más que una pasarela de borrachos ridículos. El alcohol campa a sus anchas y el pueblo entero se vuelve una inmensa pista de baile y, a su vez, un urinario. Y luego, por la mañana, todo da asco. Un asco tremendo. Botellas rotas, bolsas de plástico tiradas por ahí, los vasos esparcidos por donde alcanza la vista, charcos de vete a saber tu que…
Una puta mierda todo.
No está bonito ver, creedme, a un ejercito de alcoholizados que creen que son los más mejores del mundo, pero lo único que dan es pena y vergüencita.
Y no solo eso, nos estamos cargando las fiestas, haciendo que todo sea más de lo mismo, porque en lugar de respetar lo único que hacemos es el imbécil. Estamos amalgamando todo, robándole la identidad, para que todo sea lo mismo, un macrobotellón. De aquí a unos años, cuando ya no haya “Kintos”, ni Carnavales, ni Halloween, ni ninguna otra cosa ligeramente reconocible más allá de un botellón, vendrán las quejas.
“Los jóvenes de ahora ya no saben divertirse” diremos, “En mis tiempos había otras cosas, no era solo salir a beber”. Y recurriremos a todas esas frases lapidarias que en algún momento hemos escuchado de nuestros mayores.
Porque todo es cíclico, y nosotros no nos divertimos del mismo modo que nuestros abuelos.
Que no digo que este mal salir de fiesta, todo lo contrario, no está de más salir a airearse y a disfrutar, pero con moderación. No convirtamos todo en lo mismo, vamos a hacer por respetar las fiestas tradicionales y legarles a las generaciones venidera algo más que una excusa para emborracharse y dar pena.
Tengamos un poco de cabeza, coño, que nos estamos volviendo una sociedad alcoholizada que cuenta los dias entre fiesta y fiesta para volver a emborracharnos.
P.D. Antes de que se me pase, ¡Como vuelva a ver a alguien meando en el patio de mi edificio no hago prisioneros, que mi abuela no estará ya, pero el cubo y la lejía no se las llevó! Avisados estáis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario