miércoles, 28 de diciembre de 2022

Pollo


El destino siempre me ha sido esquivo. De no ser así, nunca hubieras recibido, en aquella carta, los latidos de un corazón que no te correspondía. Aún recuerdo la noche en el coche, donde, con manos temblorosas, construía castillos en el aire con cada palabra que iluminaba la pequeña pantalla. Eras puro fuego… y yo tuve miedo de quemarme.

Me encerré en mí mismo. Te decía que había otra a la que quería querer. Otra que se llamaba como tú. Me decía que era para protegerte, para no ilusionarte. No quería hacerte daño y, aun así, te lo hice. Fui un imbécil pues no era a ti a quien realmente quería proteger.

Me intentaba alejar de ti. Hacer como que existías. Dejar a un lado todo lo que tenía que ver contigo y centrarme en la otra… pero siempre volvía. Me sentía seguro contigo. Protegido. Te mostré las heridas de un corazón que perseguía musas. Recogiste las amargas lágrimas que derramé, nunca por ti. Y te volví a romper.

Cada vez que me encontraba a gusto contigo; cada vez que prendía esas ascuas y me dejaba atrapar por las ardientes llamaradas de tu calor, tenía miedo a quemarme y te volvía a apartar. Y volvía a volver. Una y otra vez.

Siempre que te necesitaba estabas ahí, por mal que me portase contigo, para oír mis penas. Sin darme cuenta te volviste alguien importante. Eras ese remanso de paz en mitad de la tormenta. Allí donde podía volver para sentirme seguro. Contigo podía volar libre, sin cadenas que me amarrasen. Contigo podía ser yo.

Creamos una conexión mágica entre los dos. Un vínculo tan puro que muchos envidiarán. Y aunque yo no vaya a bajarte la Luna, ni te prometa las mieles de la eternidad; aunque nunca serás una de esas “musas” por las que derramo aún lágrimas amargas, ni te dedicaré libros ni poemas; aunque no seas la chica de la pizarra, ni la del vestido azul, siempre podré contar contigo, y con eso es suficiente.

Te veré cuando el reloj vuelva a marcar las doce, cuando el pequeño rayo verde vuelva a iluminar la noche, para hablar de nuestras tonterías,  mientras escribo para otras las cartas que nunca te envié.

 

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