domingo, 17 de diciembre de 2023

Zarlak, el Heroico Héroe contrra las fuerzas del Maligno mal


Cuando el cielo tornó rojo y la tierra lloró lava, ya sabían que el fin estaba cerca. Las antiguas profecías hablaban de un cataclismo de tal magnitud, pero nadie creía, con el pasar de los años, que fuera a ser real. Con la caída de las siete estrellas supieron que los sellos se habían roto y el pacto que mantenía al reino de los monstruos a raya dejó de tener validez. Seres del abismo comenzaron a campar a sus anchas por la tierra, sembrando caos y destrucción a su paso, pues no entendían la vida de otro modo. 

Muchos fueron los héroes que se alzaron en armas para repeler al ejército de las tinieblas: Bullstrode, el Terror de los Gnomos, famoso por la batalla de los Campos de Berrynt, donde acabó él solo con más de un centenar de pequeños e indefensos gnomos; Abernathy, El Coleccionista de Hueso, que se iba creando una armadura con los huesos de los enemigos que iba acabando, hasta que el peso le impidió moverse en la batalla de las minas de Durrbunrig y una quimera se lo llevó por delante; Meredith, La de las Mil Flechas, una arquera excepcional, capaz de enfocar su vista en objetivos que se encontraban a millas de distancia, lástima que no la acompañase su puntería;  o Clayton Clayson, el Envenenador de Batington, un panadero que se vio envuelto en un conflicto y terminó con un regimiento entero de orcos, al devorar estos un cajón de hogazas de pan en mal estado.

Pero de entre todos los valientes que entregaron su vida y conocimientos a la causa de salvaguardar la tierra, un nombre se destacó por encima del resto. Un nombre que, con solo escucharlo, hacía estremecerse hasta al más aguerrido de los hombres. Un nombre que, al pronunciarse, hacía temblar la tierra misma. Un hombre que, él sólo y sin ningun tipo de armas, logró la gran hazaña de derrotar a Malebranche, el Despiadado, uno de los comandantes del ejercito de las tinieblas. Y ese afamado nombre era Zarlak, el Destructivo, Campeón de la Humanidad, Comandante en Jefe de los Ejércitos de la Tierra Unida, Espada del Rey Raham, Conocedor de los Canticos antiguos y Guardian de las Profecías. 

Bajo el liderazgo de ese hombre, la humanidad fue recuperando terreno, hasta hacer retroceder a todo el ejercito de las tinieblas hasta el paso de Glurk. Allí se daría la batalla final, en la que se decidiría el destino de la tierra. 

En el bando de la humanidad, aparte de Zarlak, se encontraban los grandes héroes que no habían perecido de forma absurda. Las fuerzas oscuras no se quedaron atrás, todo monstruo cuanto pudo estuvo allí, desde los gigantes de Glap, hasta los dragones de la isla de Bñurr. Cuando los tres comandantes del inframundo hicieron su aparición en escena, la moral de las tropas humanas decayó, pero entonces Zarlak se alzó con su corcel por encima de montañas de cuerpos y, enarbolando la espada Ghranith, restauro los ánimos. Su hercúlea figura a contraluz prendió los corazones de los guerreros, que se lanzaron en barrena contra todo monstruo que se cruzase en su camino. 

El Campeón de la Humanidad encabezó la carga, repartiendo espadazos a diestro y siniestro, abriéndose camino hasta el Líder de Todo Mal, el Creador de Maldecidos, el Amo del Dolor, El Señor de los Majaras, Larry III. La lucha fue encarnizada, volaban espadazos de aquí para allá hasta que los filos de sus espadas quedaron completamente romos. Entonces ambos se enzarzaron en un duelo a mamporros, con esos dos garrotes metálicos, sin esquivar los golpes del otro, para comprobar cual de los dos era más poderoso. 

En una de estas, Zarlak golpeó con la puntita de su espada la gran nariz de Larry III, haciéndole saltar uno de los gruesos anillos que tenía colgado. El Jefazo de los Demonios soltó un chillido que paralizó a todos en el campo de batalla. 

—¡AAAAAAAAAAAAH! ¡JODER! ¡QUE DOLOR! ¡¿POR QUÉ NADIE ME DIJO QUE ESTO DOLÍA?! ¿SOIS TONTOS? —pronunciaba con voz de ultratumba—. ¡QUE ME HA HECHO SANGRE! ¡SOIS UNOS CAFRES!

Nadie estaba entendiendo muy bien nada de lo que pasaba. Zarlak se quedó atónito, viendo como su rival se agarraba la nariz con ambas manos, mientras profesaba improperios y grititos de dolor. 

—¡ES QUE…!— gruñía, mientras buscaba el pequeño arete en el suelo—. ¡MENUDOS BARBAROS ESTÁIS HECHOS!

—Pe-pero.. —balbució el Capeón de la Humanidad, sin saber muy bien que hacer. 

—¡Sí vais a comportaros así, nos largamos! ¡vámonos! Que así no se puede conquistar nada. Habrase visto, vienes con todas las maliciosas intenciones de subyugar a los pueblos de la tierra y te parten la nariz a mamporros. ¡Barbaros! ¡vándalos! ¡Hijos de puta!

Con esas palabras, Larry III retiró a todo su ejercito y la humanidad vivió una prospera era de paz, sabiendo que, mientras Larry III fuese el mandamás de los ejércitos de las tinieblas, no volverían a tener ningun problema con ellos.

Y así fue como Zarlak, el Destructivo, se convirtió en el mayor héroe de la humanidad, por haberle roto la napia de un porrazo al mayor demonio del inframundo. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario