Fuiste la primera. Te entregué la rosa más hermosa que tenía en mi jardín y ni siquiera la miraste. Sabías que te quería, nunca lo escondí ni un ápice, pero te aprovechaste. Nunca me dijiste que no, nunca me cortaste las alas, solo me dabas falsas esperanzas para conseguir lo que tu querías. Te creías el sol y necesitabas estrellas que te rodeasen, pero no brillasen más que tú. Necesitabas un sequito que te recordase lo perfecta que eras, como la reina abeja que eres.
Cuando ideé estas líneas, para
que mentir, lo hacía desde el rencor. Desde el dolor de un corazón que fue herido
por palabras bonitas. Del odio guardado de un adolescente que no entiende como,
despues de ofrecerte la luna, ni siquiera le diste las gracias. Pero. No es
odio lo que siento ahora por ti, sino lástima. Lástima porque realmente no
tienes nada más que una belleza efímera que se está acabando. No eres más que
una fachada bonita. Nada más. Vives aislada en tu burbuja de lujos, flotando en
las superficiales aguas de las redes. Agrandaste tu sequito, ahora eres la
emperatriz de las abejas. Hermosa y perfecta belleza, pero efímera.
De pequeña decías que querías
cantar y bailar y actuar… y lo dejaste todo por ser la muñeca rota tras el
escaparate. Hueca. La cáscara vacía más hermosa que una vez conocí. Volarás
cerca del Sol, querrás opacarlo tras tu imagen, pero tus alas son de cera.
Cuando vuelvas a caer al pozo ya
no estaré ahí esperándote. Hace tiempo que corté mis hilos, ya no seré más tu
marioneta, ni tu voz volverá a agitar mi ajado corazón. Será mejor que te
busques otro perrito faldero, pretendientes no te sobrarán, pues sabes cómo
manipular el corazón de un hombre.
Algún día volveremos a
encontrarnos, pero será tardé. Ya no habrá complicidad, ni bromas. No harbá más
versos dedicados, ni rosas que regalar. No volveré a tocarte, y no hablo de tu
piel. Será todo diferente, ya no tendré nada que darte, ni siquiera las cartas
que nunca te envié.
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