La semana pasada leí un artículo,
en el cual, el Departamento de Salud del Gobierno Vasco recomendaba a la población
que hiciésemos más deporte. El articulo mantenía que, una de las consecuencias
del confinamiento había sido el sedentarismo de la población y que muchas personas “invertían”
el 60% de su tiempo totalmente quietas, haciendo el mínimo esfuerzo. Tan pronto lo terminé, teniendo en la cabeza los
partidillos de futbito que jugábamos en la adolescencia, quedé con mis amigos
para hacer algo de deporte.
Teníamos muchas opciones, pero
siendo tan futboleros, evidentemente elegimos el futbol. Al principio íbamos a
ser diez, pero cuatro pusieron excusas baratas, dando un paso atrás.
Allí estábamos, en mitad del
campo de futbito, los seis valientes que quedábamos. Sábado por la mañana. En
pantaloncillos cortos. Pasando frio. Uno había dicho que era mejor así, que fuésemos
temprano, porque de aquella manera era más fácil que no hubiese nadie ocupando
el campo ya que, de ir más tarde, había la posibilidad de que tuviésemos compañía.
Dicen, los entendidos, que la práctica
del deporte libera endorfinas y gracias a ellas estamos más felices… pues ese
día, nos debimos dejar las dichosas endorfinas en casa, porque felices, lo que
se dice felices, no fuimos. Aun diciendo
que solo iba a ser una pachanguilla amistosa, que era más que nada por hacer
deporte y pasar un buen rato, en cuanto el balón echó a rodar aquello se convirtió
en la final de la Champions. Muchas personas mantienen que se puede
hacer deporte sin caer en la competitividad, esa gente no conoce a mis amigos.
Cada balón se peleaba como en un partido de rugby. Aquella mañana no fuimos amigos,
solo existían rivales. Que digo rivales, enemigos. Incluso nos daba igual si era
compañero de equipo, teníamos patadas e insultos para todos. Terminamos el
partido como en los viejos tiempo, cuando uno, (el de siempre), se hizo daño. Sacamos la foto de rigor para demostrar
que ahí se había “practicado” deporte y cada uno a su coche, para volver al
pueblo. Cabe mencionar que el campo de futbol está a unos diez minutos del
centro del pueblo, pero la mayoría alegó que era más cómodo así, que al polideportivo
y a las piscinas tambien iban de aquella manera.
El domingo lo pasé en la cama, sin
poder mover un solo músculo sin sentir dolor. Tenía completamente olvidado que
muchas veces no medimos nuestras capacidades y sobre esforzamos el cuerpo,
teniendo esas desagradables consecuencias. Volví a leer el artículo que motivó
todo esto, por tener la cabeza distraída en otra cosa, no solo en el dolor que
me recorría el cuerpo. Para mi sorpresa, descubrí una serie de consejos debajo
del artículo. Ni siquiera los había procesado en el momento en el que lo leí
por primera vez, pues estaba ya pensando en el partidillo. Entre los consejos
había algunos muy útiles, como por ejemplo, mantener una rutina para hacer un
de deporte a diario o hacer recorridos cortos e incluso los beneficios que
tiene el simple hecho de subir por las escaleras en lugar de elegir el
ascensor. Por ello he tomado la firme decisión de que, a parte de hacer algo de
deporte, para mantenerme sano leeré los artículos hasta el final y el futbol,
por una larga temporada, ¡Sólo por la tele!
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