lunes, 15 de agosto de 2022

El Secreto de un Corazón Herido


Hay palabras que duelen como puñales. Que se clavan en el alma y la hacen jirones. Que escuecen como sal en las heridas. Palabras que, con solo escucharlas, derrumban los castillos que construiste sobre las nubes. Un puñado de letras, capaces de darle la vuelta al mundo. Asonantes latires de dos corazones cada vez que resuenan sus consonantes.

Y tú te empeñas en seguir llamándome “amigo” y yo solo puedo callarme “amor”.

Ha pasado más de una década desde que el universo cruzó nuestros caminos. Más de una década de silencios y suspiros, conformándome con volver a verte un año más. Con volver a escuchar esa risa sanadora. Ese acento cargado de sal y verano.

¿Cómo decirte que eres esa musa que inspira mis historias? ¿Qué siento celos hasta del viento que acaricia tu pelo? ¿Qué es tu voz la que me rescata del pozo de amargura en el que adentro lentamente? ¿Qué, cuando fugan las Lágrimas, mi deseo eres tú?

Si supieras las noches que te he buscado en el fondo de las botellas. Las veces que te he esperado al final de la barra de esos bares de los que me echan, borracho, por hablarles de ti. Tampoco te encuentro, entre los hilos de mis sábanas. Ni siquiera sabes las veces que me visitas en sueños y al despertar, solo queda tu olor en mi almohada.

Procuro engañar a mi corazón con absurdos mundos en los que esa palabra nunca acaricia tus labios. Imagino historias en las que soy valiente por un momento. En las que no me da vergüenza plantarme frente ti. En las que no me tiembla la voz, ni las piernas. Imagino historias en las que él no existe. En las que no tengo que despreciar a alguien solo por haber tenido la fortuna y los arrestos que a mi me han faltado.

Quebrando mis quimeras me azota la cruda realidad. Muerdo mi lengua conteniendo la rabia y el veneno brota como un torrente. Salpica la página y lo uso como tinta para escribir esas palabras que se esconden en lo profundo de mi ser. Esas palabras que no paras de repetir. Esa palabra que tanto repites. Esas palabras que tanto me duelen. Pero no tienen el mismo cariz que cuando tú las dices.

Aderezo mis envenenadas líneas con ron, queriendo embotar mis sentidos. Queriendo borrarte. Queriendo derribar el pedestal en el que te he colocado… Pero me es imposible. Ni siquiera condenándote al más puro ostracismo; desterrándote al lugar más recóndito de mi ser, puedo deshacerme de ti, pues una simple palabra vuelve a traerte. Una palabra maldita. Esa maldita palabra.

Todo se vuelve borroso. El alcohol se ha encargado de desdibujar la línea de lo irreal. Te siento tan cerca como si realmente estuvieras aquí, sentada frente a mí, mirándome con esos ojos en los que me pierdo sin pensar.

Resuenan los ecos de tu voz en mi cabeza. Resuena esa palabra. Y me dejo abrazar por tu recuerdo. Y me dejo arrastrar a la locura.

Un año más vuelvo a caer en tus redes. Atisbo un rayo de esperanza, pero cuando estoy a punto de tocar el cielo con las manos, vuelve a tus labios la palabra.

Algún día reuniré el valor suficiente para decirte todo esto a la cara. Algún día sabrás y las palabras tomarán otro significado. Algún día terminará todo. Puede que sea el comienzo de algo nuevo, o que la oscuridad termine por tragarme.

Hasta que ese día llegue, seguiré dejando que eches sal en mis heridas. Seguiré callándome los suspiros y fingiendo que todo sigue igual. Seguiré fingiendo que somos “amigos”, mientras me conformo con escribirte las cartas que nunca me atreví a enviarte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario