Madre me contaba cada noche las leyendas de los héroes de otro tiempo, hasta que me quedaba dormida. Hablaba de las bravas guerreras que defendieron La Colmena del ataque de las fieras invasoras de las Tierras Salvajes. De valientes exploradoras, que se atrevieron a cruzar El Gran Azul en busca de los legendarios Mares de Soles ¡y los encontraron! Me contaba tambien las historias de las Iluminadas, que se encargaban de guiar las animas de los que ya no están para que no se perdiesen en las oscuras noches. Las hazañas de la cuadriculada y eficiente Brigada Bruna, trabajando de sol a sol por el bien de su reino y sus luchas con el Ejército Carmesí. Los enredos de las troupes ambulantes de músicos, que llegaban cuando las lunas se hacían más cortas, montando sus espectáculos para alegrar la vida del valle. Hablaba también de unos peculiares individuos que se vestían como nosotras para sentirse protegidos, pues los colores de La Colmena, por si solos, infundían respeto entre todos los habitantes del bosque. De la bella Emperatriz de las Flores y su hermoso sequito hadas, que danzaban de flor en flor, cautivando a todos quienes las vieran. De aguerridos guerreros de oscuras armaduras y largas lanzas que peleaban sin descanso para demostrar su fuerza. Del Rey del Bosque y su corte, que viajan por todos los Reinos, asegurándose de que todo esté bien. De los brutos rayados, que dejan un inconfundible rastro de caos, mientras buscan alimento allá donde van. De los extraños animalejos peludos con quienes compartíamos árbol, curiosos y pilluelos, que alguna vez habían intentado rapiñar algo de miel, pero se habían llevado un buen escarmiento. A veces también contaba historias de terror. Sobre las poderosas bestias cubiertas de pelo y garras que, en ocasiones, atacaban nuestros hogares, para robar nuestro preciada ambrosía. De los Hijos de la Luna, que cada noche la llaman con tristeza. Sobre Las Tejedoras, capaces de crear obras tan hermosas como peligrosas. De los Habitantes del Cielo, enemigos de casi todos los pueblos del bosque, pues eran muy peligrosos, aunque en el pasado, habíamos tenido que aliarnos por un bien común. Y de los Gigantes, lentos, torpes y destructivos.
Madre siempre decía que, cuando
la corona adornase mis antenas, debía proteger el reino de aquellos amenazadores
seres. En aquel momento creí que eran cuentos para asustar a las larvas, pero
Madre tenía razón, aquellos Gigantes eran, sin duda alguna, los monstruos más
terribles.
Arrasaban allá por donde pasaban,
sin ningun tipo de remordimiento. Sin respetar las tierras de los Reinos del Bosque,
ni a sus habitantes. Poco les importa que estuviésemos antes, solo quieren
destruir la tierra para crear sus aberrantes construcciones.
Acabaron con los dorados campos
de girasoles. Aquel legendario Mar de Soles, tan preciado por mis ancestros,
devastado hasta el último petalo. Contaminaron el Gran Azul, con los desechos que
vierten desde sus gigantescas fábricas que también espantaron a los Habitantes
del Cielo con el humo que echan. Asolaron las tierras de la Emperatriz, aplastando
las flores y destruyendo los extensos jardines que tanto esfuerzo les había costado
crear. Talaron la mitad de los árboles, destruyendo Reinos completos.
Más eso no es lo peor que hacen.
No tienen suficiente con destruir nuestro hogar. No tienen suficiente con
arrasar los Reinos del Bosque, ni con ensuciar el Gran Azul, ni con expulsar a
los Habitantes del Cielo. Lo peor es que nos matan. Usan unos extraños
artilugios que hacen un ruido atroz e iluminan el mundo con el brillo de la muerte.
Acaban con las peligrosas bestias y a los Hijos de la Luna, porque les tienen
miedo, pero también con dan caza a la corte del Rey del Bosque y a los brutos rayados
por diversión. A veces también van a por los Habitantes del Cielo o los
espantan con falsos Gigantes.
A las nuestras también las matan,
de las maneras más crueles. Al confundirlas con nuestras acérrimas enemigas,
las avispas, son rociadas con un pestilente gas que impide a las nuestras
respirar, ahogándolas lentamente hasta la asfixia. Las que no corren esa suerte
las capturan para esclavizarlas en artificiales panales, en los que son
obligadas a crear la ambrosía para los Gigantes.
Pongo la vista sobre mi Reino. Los
Gigantes han destruido casi todo el Reino del Bosque. Cada vez quedamos menos.
Cada vez escasea más el polen. Cada vez se escuchan menos zumbidos por La
Colmena. Mi hermana, junto con un pequeño grupo de valientes exploradoras,
marchó hace unos meses hacia el oeste, en busca de tierras fértiles y seguras
para la supervivencia de La Colmena.
Yo, viendo que mis fuerzas
comienzan a abandonarme, llevo un tiempo preparando una nueva reina. Madre me
dejó un Reino amenazado y la tarea de protegerlo, aunque, si esto sigue así, mi
esfuerzo de instruir a mi sucesora será en vano, pues no quedará nada que pueda
heredar.